Enojo.
El día de hoy cambiaremos un poco
el sentido de nuestra reflexión como hemos venido exponiéndolas. Sin más
preámbulo, empecemos.
Dentro del cúmulo de emociones que
tenemos, encontramos el enojo. Quien haya podido ver la película de
“intensamente”, recordará al muñequito rojo, que cuando se enojaba, ardía. Que
imagen tan gráfica.
Cada uno de nosotros ha pasado
alguna vez una situación que le ha causado enojo, molestia e ira. Es una
emoción que, como todo, si no se controla a tiempo, generará grandes problemas
con la gente que nos rodea.
Cuántos videos no circulan en las
redes sociales de situaciones en los que la gente ha actuado de manera airada,
enojada, donde dicha emoción genera que alguno de los involucrados termine
muerto. Aún, en un peor escenario, culmina con muerte de personas que, sin
saberlo, son víctimas de las emociones de otros.
Como vemos, el enojo tiene consecuencias graves. El enojo no es una emoción buena, pero sí puede controlarse. Este sentimiento puede generar las peores escenas inimaginables.
Esto, me lleva a pensar en un
escenario, la lluvia tupida, un “aguacero”. ¿Alguna vez has visto algún
accidente ocasionado por la combinación de lluvia y velocidad? Si no, te
invitamos a buscar un video con estas características antes de culminar la
presente reflexión. Cuando hay lluvia, es necesario bajar la velocidad de los
automotores, porque la probabilidad de accidentes se incrementa. Mientras más
velocidad en una lluvia tupida, mayor probabilidad de un accidente grave que
puede culminar con la vida de los tripulantes.
La probabilidad mencionada es
lógica. Si alguna vez has manejado y lo has hecho en lluvia fuerte, habrás
notado lo difícil que es que el conductor pueda ver a escasamente algunos
metros. Imagina, si es que no has estado en uno, la lluvia sumamente tupida,
impide la visión, por lo que el conductor debe tomar diversas previsiones:
Bajar la velocidad;
Encender sus intermitentes; y
En media de lo posible, seguir
avanzando.
Debemos ser inteligentes y
prudentes. Debemos aprender, manejando, a detenernos de manera oportuna, en el
momento preciso, bajo una lluvia tan constante y fuerte.
Con las emociones es igual. Debemos
aprender a identificarlas y a utilizar las mismas recomendaciones que se dan a
los conductores cuando se encuentren manejando bajo una lluvia constante y
fuerte. En otras palabras, debemos ser “rápidos para escuchar, lentos para
hablar y lentos para enojarse”.
Es sencillo reaccionar conforme a
nuestras emociones. Cuando una persona nos ofende, lo más pronto siempre es
enojarnos y responder bajo esa emoción. “No te dejes llevar por el enojo”, no
dejen que “el enojo los controle”.
Al igual que bajo la lluvia, cuando
nuestro nivel de enojo se incrementa, nuestra visión se nubla, a tal grado que
no podemos ver las posibles consecuencias de lo que podemos estar empezando a
realizar. Por lo que, ante esta emoción, se recomienda bajar la velocidad.
Lo difícil es tener la prudencia e
inteligencia necesarias para detenernos. Siempre será mejor no dejar que el
enojo nos lleve a ofender a los demás, pero tampoco debemos dejar que el enojo
nos dañe a nosotros mismos, y a los seres que más queremos. En nuestro símil
con la lluvia, es necesario bajar la velocidad de nuestros pensamientos y de
nuestras palabras, es decir, debemos detenernos antes de hablar y escuchar y
entender lo que se nos dice o hace.
Como segundo paso, hay que encender
nuestras intermitentes. Debemos estar conscientes de que estamos prestos a
enojarnos y, en ese momento, encender nuestras luces de alarma, de prevención,
sabiendo que nos acercamos a terreno peligroso. Por lo que debemos tomar una
decisión deliberada de detenernos y no hacer que la situación empeore. Muchas
de las veces dependerán de nosotros, de lo que hagamos o digamos. Tomemos la
responsabilidad de hacer lo que tenemos que hacer, bendecir a los demás.
Hoy, queremos invitarte a u
reflexiones que “la respuesta blanda aplaca la ira”, en otras palabras, si no
hay nada bueno que decir, toma la decisión deliberada de no decir nada. Calla.
Mientras más consciente te vuelvas de que tus palabras bajo un estado de ánimo incorrecto
no serán correctas. Hazte consciente de esta situación, calla y tranquilízate;
después, analiza si en verdad vale la pena arruinar lo bueno que puedas tener
por un momento de enojo que te invada.
Recuerda “las respuestas ásperas
encienden los ánimos”. Hoy decide ser responsable de tus palabras, de tus
emociones y que tú las dominarás a ellas y no ellas a ti.
Tengan una bendecida semana.
FE.