MISION Y VISION

VISIÓN Y MISIÓN.

domingo, 6 de noviembre de 2022



 


PALABRAS

 

Una semana corta fue esta que acabamos de terminar, por el día inhábil que se atravesó. Fuimos bendecidos con ese descanso. Otros recibieron mayor bendición porque sólo trabajaron jueves y viernes… bueno para los que ven en el trabajo una enorme carga…

 

A pesar de ello, de todo pasó en esta semana. Enojos, pleitos, corajes, expectativas rotas, palabras hirientes, palabras de ánimo, en fin, una serie de eventos en la vida de cada uno de nosotros.

 

En lo particular, para aquellos interesados, acudimos a realizar ejercicio 5 días. Algo muy bueno, porque con ello nos mostramos a nosotros mismos que no fueron palabras, sino hechos lo que nos ha dado una victoria.

 

Es importante decir que, la victoria es diaria. Cada día debemos esforzarnos por alcanzar la meta.

 

Esto nos lleva a nuestro tema del día de hoy.

 

Alguna vez has escuchado a las personas que te dicen: “no lo intentes, no lo lograrás”; “si yo lo intenté y no pude, menos tú vas a poder hacerlo”; “no eres suficientemente bueno siquiera para intentarlo”; “llevas diciendo eso mucho tiempo, pero nunca lo haces”; “no creo que tengas la fuerza de voluntad para hacerlo”.

 

Quizás has escuchado palabras peores como: “hijo, eso fue hecho para otros, para ti no”; “no sueñes tan alto, no sea que un día te caigas”; “no sirves para eso”; “será mejor que no lo intentes, nadie de la familia lo ha logrado”; “tu serás… igual que tu papá (tío, hermano, abuelo…)”.

 

Quiero que reflexiones cuántas veces has comprado todas esas palabras y las has hecho tuyas. Cuántas veces renunciaste a ellas y, contra viento y marea, desafiaste lo que tus “amigos, familia, padres, hermanos y hasta tus enemigos” te dijeron.

 

Al respecto, ¿cuántas veces te has frustrado por eso que te dijeron al hacerse realidad? ¿Cuántas veces te dijiste “les hubiera hecho caso”, porque sus palabras rodearon tu mente cada día?

 

Hoy quiero decirte que, las palabras tienen poder. “La lengua puede traer vida o muerte”, en otras palabras “La lengua tiene poder para dar vida y para quitarla; los que no paren de hablar sufren las consecuencias”; y otra forma de decirlo, en la que te invito a meditar, es “Lo que uno habla determina la vida y la muerte” lo que debemos cuidar al máximo porque cada uno deberá atenerse “a las consecuencias” de lo que nuestros labios pronuncian.

 

Seguramente has escuchado muchas veces que con los dichos de tu boca te enlazas. Esto es verdad. Muchas veces son nuestras propias palabras las que nos llevan a cometer los errores más grandes y, al no haber pensado previamente en las consecuencias, terminamos pagando el precio.

 

Sería interesante encontrarnos de frente y poder preguntarte si nunca has ofendido a alguien de manera consciente. En dónde tuviste la plena intención de expresar palabras incorrectas, hirientes, insultos, como fruto de arrebatos por nuestros sentimientos en ese momento, especialmente por el enojo, resentimiento, frustración o venganza.

 

Estoy cierto de que todos y cada uno de nosotros ha ofendido a otra persona. Lo sé porque he visto cómo se ofenden las personas. Yo he ofendido a mucha gente. Mucha gente me ha ofendido.

 

He buscado cada día la forma de controlar mi manera de hablar. El cómo dirigirme a las demás personas, tratando de no usar palabras que sean ofensivas, pero que a pesar de ello, terminan ofendidas. Mis palabras han sido, en ese momento, para maldición de ellas.

 

Es importante que seamos conscientes de que “todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, este es … perfecto”. Sin embargo, “ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal”, pues, con la misma bendecimos y maldecimos a los que nos rodean.

 

Se vuelve trascendental saber qué palabras aceptamos y cuáles no para nuestra vida y, sobre todo, para nosotros mismos. Aún más importante es que, sepamos escoger las palabras que diremos a nuestros seres queridos, porque a ellos, más que a otras personas, son a los que ofendemos de manera frecuente y mucho más de lo que imaginamos.

 

Hoy, detente un momento a pensar ¿qué le dijiste a las personas con las que convives, con tus palabras: las bendijiste (bien decir) o las has maldecido?

 

No te confundas, maldecir no es sólo decir que son malos en esto o en aquello, sino que también lo es cuando no crees en ellos, en lo que pueden hacer; no darle las gracias por lo que han hecho, sin importar que sea su obligación, pues, en muchas ocasiones un “¡gracias!” por esto o por aquello, será trascendental en su día. Te detuviste a decirle que amas a tu esposo o esposa, hijo o hija, padre o madre, o le agradeciste a ese amigo que te ayudó. Si no lo hiciste, te invitamos a que te tomes un minuto y les escribas, agradeciéndoles lo que han hecho por ti hoy.

 

Recuerda, tus palabras tienen poder para darle vida o muerte a tus relaciones, a tus seres queridos y, sobre todo, a ti mismo. Esfuérzate y se valiente hoy, atrévete a bendecir a tus seres queridos y a ti mismo por medio de tus palabras. Recuerda que cada día es bueno para obtener una nueva victoria.

 

Hoy reconoce a las personas que te aman, bendiciéndolas por medio de tus palabras.

 

Tengan una bendecida semana.

 

FE