PALABRAS
Una semana corta fue esta que acabamos
de terminar, por el día inhábil que se atravesó. Fuimos bendecidos con ese
descanso. Otros recibieron mayor bendición porque sólo trabajaron jueves y
viernes… bueno para los que ven en el trabajo una enorme carga…
A pesar de ello, de todo pasó en esta
semana. Enojos, pleitos, corajes, expectativas rotas, palabras hirientes,
palabras de ánimo, en fin, una serie de eventos en la vida de cada uno de
nosotros.
En lo particular, para aquellos
interesados, acudimos a realizar ejercicio 5 días. Algo muy bueno, porque con
ello nos mostramos a nosotros mismos que no fueron palabras, sino hechos lo que
nos ha dado una victoria.
Es importante decir que, la victoria
es diaria. Cada día debemos esforzarnos por alcanzar la meta.
Esto nos lleva a nuestro tema del día
de hoy.
Alguna vez has escuchado a las
personas que te dicen: “no lo intentes, no lo lograrás”; “si yo lo intenté y no
pude, menos tú vas a poder hacerlo”; “no eres suficientemente bueno siquiera
para intentarlo”; “llevas diciendo eso mucho tiempo, pero nunca lo haces”; “no
creo que tengas la fuerza de voluntad para hacerlo”.
Quizás has escuchado palabras peores
como: “hijo, eso fue hecho para otros, para ti no”; “no sueñes tan alto, no sea
que un día te caigas”; “no sirves para eso”; “será mejor que no lo intentes,
nadie de la familia lo ha logrado”; “tu serás… igual que tu papá (tío, hermano,
abuelo…)”.
Quiero que reflexiones cuántas veces
has comprado todas esas palabras y las has hecho tuyas. Cuántas veces
renunciaste a ellas y, contra viento y marea, desafiaste lo que tus “amigos,
familia, padres, hermanos y hasta tus enemigos” te dijeron.
Al respecto, ¿cuántas veces te has
frustrado por eso que te dijeron al hacerse realidad? ¿Cuántas veces te dijiste
“les hubiera hecho caso”, porque sus palabras rodearon tu mente cada día?
Hoy quiero decirte que, las palabras
tienen poder. “La lengua puede traer vida o muerte”, en otras palabras “La
lengua tiene poder para dar vida y para quitarla; los que no paren de hablar
sufren las consecuencias”; y otra forma de decirlo, en la que te invito a
meditar, es “Lo que uno habla determina la vida y la muerte” lo que debemos
cuidar al máximo porque cada uno deberá atenerse “a las consecuencias” de lo
que nuestros labios pronuncian.
Seguramente has escuchado muchas veces
que con los dichos de tu boca te enlazas. Esto es verdad. Muchas veces son
nuestras propias palabras las que nos llevan a cometer los errores más grandes
y, al no haber pensado previamente en las consecuencias, terminamos pagando el
precio.
Sería interesante encontrarnos de
frente y poder preguntarte si nunca has ofendido a alguien de manera
consciente. En dónde tuviste la plena intención de expresar palabras
incorrectas, hirientes, insultos, como fruto de arrebatos por nuestros
sentimientos en ese momento, especialmente por el enojo, resentimiento, frustración
o venganza.
Estoy cierto de que todos y cada uno
de nosotros ha ofendido a otra persona. Lo sé porque he visto cómo se ofenden
las personas. Yo he ofendido a mucha gente. Mucha gente me ha ofendido.
He buscado cada día la forma de
controlar mi manera de hablar. El cómo dirigirme a las demás personas, tratando
de no usar palabras que sean ofensivas, pero que a pesar de ello, terminan
ofendidas. Mis palabras han sido, en ese momento, para maldición de ellas.
Es importante que seamos conscientes
de que “todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, este es …
perfecto”. Sin embargo, “ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser
refrenado, llena de veneno mortal”, pues, con la misma bendecimos y maldecimos
a los que nos rodean.
Se vuelve trascendental saber qué
palabras aceptamos y cuáles no para nuestra vida y, sobre todo, para nosotros
mismos. Aún más importante es que, sepamos escoger las palabras que diremos a
nuestros seres queridos, porque a ellos, más que a otras personas, son a los
que ofendemos de manera frecuente y mucho más de lo que imaginamos.
Hoy, detente un momento a pensar ¿qué
le dijiste a las personas con las que convives, con tus palabras: las bendijiste
(bien decir) o las has maldecido?
No te confundas, maldecir no es sólo
decir que son malos en esto o en aquello, sino que también lo es cuando no
crees en ellos, en lo que pueden hacer; no darle las gracias por lo que han
hecho, sin importar que sea su obligación, pues, en muchas ocasiones un “¡gracias!”
por esto o por aquello, será trascendental en su día. Te detuviste a decirle
que amas a tu esposo o esposa, hijo o hija, padre o madre, o le agradeciste a
ese amigo que te ayudó. Si
no lo hiciste, te invitamos a que te tomes un minuto y les escribas,
agradeciéndoles lo que han hecho por ti hoy.
Recuerda, tus palabras tienen poder
para darle vida o muerte a tus relaciones, a tus seres queridos y, sobre todo,
a ti mismo. Esfuérzate y se valiente hoy, atrévete a bendecir a tus seres queridos
y a ti mismo por medio de tus palabras. Recuerda que cada día es bueno para
obtener una nueva victoria.
Hoy reconoce a las personas que te
aman, bendiciéndolas por medio de tus palabras.
Tengan una bendecida semana.
FE