C O N G R U E N C I A.
En
la línea de pensamientos que hemos venido compartiendo, es necesario considerar uno que es de suma
importancia: congruencia.
Muchos
de nosotros hemos vivido alguna situación como esta: siendo niños, cuando
decíamos alguna mentira, nuestros padres nos daban un “sermón” de que no
debíamos mentir. Y enseguida, entraba una llamada telefónica, una persona
buscando a nuestros padres, quienes, en ocasiones, nos decían “dile que no
estoy”. Lo que generó una confusión en nuestra mente porque claramente eso era
mentir, lo que nos acababan de decir que no se hacía.
Por
supuesto que eso confunde. Nos da la falsa percepción de que, a pesar de que se
nos dijera que no debemos mentir, hay momentos en que es válido hacerlo.
Esto
me recuerda una historia: “Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero,
le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña. Respondiendo él, dijo: No quiero;
pero después, arrepentido, fue. Y acercándose al otro, le dijo de la misma
manera; y respondiendo él, dijo: Sí, señor, voy. Y no fue.”
La
sociedad de hoy nos enseña que es más fácil quitarnos de encima el “problema”,
diciendo lo que sea, con tal de que en ese momento no tengamos que enfrentar
los “sermones”; aún cuando, lo único que hacemos es postergar las consecuencias.
Entonces,
debemos decir que tenemos que ser congruentes, comportarnos conforme a lo que
decimos. Cuando nosotros digamos “sí”, que sea realmente sí; y, cuando digamos
“no”, que sea no.
Resulta
ser difícil ser congruentes. Muchas veces somos la boca más rápida del oeste.
Somos muy rápidos para contestar, sin meditar en las respuestas y, en
consecuencia, nos vemos involucrados en cuestiones que, de haber meditado en lo
que implicaba, no hubiese pasado.
Decimos
que sí veremos a los amigos y aún no hemos pedido permiso a nuestros padres; o
aún no lo hemos comentado con nuestra pareja; o, simplemente, no recordamos que
ya teníamos compromiso para esa fecha, o, peor aun, no teníamos la intención de verles pero las circunstancias
nos invitaban a manifestar un interés de verles que no era genuino.
Un
ejemplo claro es que decimos que haremos algo “mañana”, y “mañana” nunca llega.
O, como lo diría un autor, el “uno de estos días” no existe.
Te
invitamos a meditar, ¿cuántas veces has dicho que harías algo y no lo hiciste?
¿Cuántas veces prometiste que iniciarías la dieta o empezarías a hacer ejercicio
y preferiste la comodidad de levantarte tarde o un festín de carbohidratos.
Por
tanto, es importante que vayamos
siendo congruentes con nuestras palabras. Si hoy digo que empezaré la
dieta, es mejor hacerla de inmediato,
como dicen “para luego, es tarde”; esto es, debemos tomar la decisión de pensar
en lo que digamos, en el ejemplo que vamos a dar, por lo que, si yo digo que
haré algo, debo asumir el compromiso de hacer las cosas que estén a mi alcance
para alcanzar mi objetivo, para cumplir lo que he prometido o a lo que me he
comprometido realizar.
El deber
ser auténticos conlleva en sí mismo la responsabilidad de ser congruentes, de
ser quienes decimos que somos, y de hacer lo que tenemos que hacer. Para que en
verdad, seamos quienes decimos ser y hagamos lo que decimos que haremos,
también debemos analizar correctamente nuestras palabras y, antes de
externarlas, pensar correctamente qué diremos, ya que, recordemos, con los
dichos de nuestras bocas nos enlazamos.
Si
eres padre de familia, hermano mayor, abuelo, o cualquier persona que ejerce
influencia en otras personas, debes pensar dos veces lo que haces y dices,
pues, cada una de tus palabras y acciones serán un parámetro de actuación para
otras personas.
Miremos
que, no sólo influimos en las consecuencias de lo que sucede, sino también de
lo que pasa en los que nos rodean. Si pido que no me mientan, debo demostrar
antes que yo mismo soy capaz de no mentir. Si digo no roben, debo ser capaz de
demostrar que, cuando se presenta la ocasión para hacerlo, no la tomaré para
robar, sino que seré congruente con lo que predico. Lo que digo debe ser
predicado, no con palabras, sino, con acciones.
Recuerda,
“las palabras impactan, pero las acciones arrastran”.
Hoy
te invitamos a asumir el
compromiso de procurar que tus palabras y acciones sean congruentes. Se
ejemplo, haz lo que dices, cumple tu palabra, que haya congruencia entre
lo que dices y haces, sólo entonces, serás auténtico.
Tengan
una bendecida semana.
FE.